HISTORIA KUNA. LA HISTORIA DE LOS GUNAS DEL URABA ANTIOQUEÑO.

Este escrito nos debe dar una luz sobre que es tener un lugar, una tierra. Y que lo que tenemos los gunas de Gunayala, nade no lo ha regalado y a nadie le debemos regalar.

LOS INDÍGENAS ACORRALADOS, LOS KUNA DE URABÁ ENTRE CONFLICTO, DESPLAZAMIENTO Y DESARROLLO

Maurizio Alì, MA, MSc.

La tierra, la guerra, una cuestión privada...

Urabá: un contexto de injusticia e inmensos cultivos de plátanos que han contribuido a la fama de “banana republic” que acompaña, desde hace décadas, esta región. Una republica independiente, (en el sentido que atribuía al término el entonces congresista Álvaro Gomez Hurtado para referirse a aquellas zonas que “no reconocen la soberanía del estado colombiano, donde el ejército colombiano no puede entrar, donde se le dice que su presencia es nefanda, que ahuyenta el pueblo o a los habitantes”, que es también una de las áreas del mundo con mayor riqueza y diversidad de especies animales y vegetales, una eco‐región cuya conservación está considerada prioritaria para las finalidades de la conservación biológica. Su importancia como fuente de recursos naturales comerciables ha sido percibida por grandes empresas que han localizado en este área importantes plantas agroindustriales, insertándola así en la compleja red de los mercados globales. Además, su localización geográfica, en el noroccidente de Colombia, cerca de la frontera con Panamá, ha estimulado la imaginación de no pocas administraciones locales y nacionales que han diseñado un sinnúmero de megaproyectos cuyo objetivo prioritario y declarado siempre ha sido el de “destapar el Darién”,sin importar el importante impacto en términos humanos y ecológicos que estas obras podrían significar. El potencial económico de la región ha contribuido a la construcción de una imagen del Urabá en términos de “mejor esquina de América”, una tierra rica en recursos de los cuales habría solo que aprovechar. Empero, este Edén colombiano se encuentra desde la época de la Conquista en estado de guerra: un paraíso que, para sus pobladoresindígenas, kuna‐tule y embera, se ha transformado en un infierno.

Durante los últimos años esta zona ha sido el epicentro de una crisis humanitaria muy grave que ha obligado sus pobladores a desplazarse hacia lugares másseguros. En la región están presentes grupos armados y criminales cuyo objetivo es el control de sus trochas, ríos y selvas, que se han vuelto rutas estratégicas utilizadas para el narcotráfico y el contrabando.

En estos territorios todavía se combate, todavía se mata, todavía hay desapariciones y violencia. Sus pobladores indígenas, así como los afrodescendientes y campesinos, viven la amenaza de las armas ‐y la consecuente disminución de la disponibilidad de recursos para su subsistencia‐  como un verdadero peligro para su sobrevivencia. De hecho, el pasaje ecológico y social en que se desarrolla su cotidianidad está sufriendo dañosirreversibles.

Los kuna de Urabá

Los kuna se denominan a sí mismos tule, es decir “la gente”. Sin embargo, en la literatura antropológica se denominan con un sinnúmero de otros nombres o grafías como, por
ejemplo, cuna, guna, guna‐dule, cerracuna, tagarcuna, tulemala, bayano, yule, caribe y otras.

Ellos se reconocen como los descendientes de la tradición cultural Olotule, “la gente del oro”, que antes de la llegada de los Conquistadores ejercía su influencia a lo largo de la
cuenca central y septentrional delrío Atrato.

Desde la cuenca baja del río Atrato, los kuna se han movido, entre elsiglo XV y elsiglo XVIII, hasta lo que hoy es el Urabá. Posteriormente, por efecto de la presión colonizadora que los conquistadores primero y los colonos después ejercieron sobre sus territorios, los kuna fueron obligados a lo largo de los siglos a una continua dinámica de desplazamiento que ha asumido, con el pasar deltiempo, el carácter de asunto de ordinaria administración. A partir del siglo XIX, la escasez de tierras y la amenaza de los colonos indujo un número siempre mayor de indígenas a buscar refugio más allá de la serranía del Darién, en lo que hoy es territorio panameño, a lo largo de la costa caribe y especialmente en las islas del archipiélago de las Mulatas, más conocidas como islas de San Blas. Hoy en día, la mayoría de los kuna ya no vive en Colombia sino en Panamá, un país que les ha ofrecido un refugio seguro y que les ha otorgado derechos y libertades que en su tierra de origen todavía desconocen. En el país de acogida, como efecto de las revueltas indígenas de 1925 y 1930 generadas por la presión que los empresarios extranjeros ejercían sobre sus territorios, los kuna obtuvieron el Estatuto de “Reserva” y, en seguida, de “Comarca” para la región de San Blas, consiguiendo titular 235.700 hectáreas bajo el concepto de territorio comunitario administrado autónomamente. El Estatuto fue sucesivamente confirmado a través de la ley 16 del 19 de febrero de 1953, considerada por muchos kuna como una constitución política garante de su libertad cultural y territorial, gracias a la cual la jurisdicción de la comarca Kuna Yala y sus autoridades tradicionales están plenamente reconocidas. Este clima de seguridad ha estimulado un fuerte crecimiento demográfico en estas comunidades, hasta el punto de poderse estimar que, hoy en día, en Panamá vivan más de 40.000 indígenas kuna, lo cual hace de ellos el grupo étnico mayoritario en el país. Además, en razón de su peso demográfico, en 1972 el gobierno panameño puso en marcha dispositivos de participación política de los representantes indígenas, orientados a su participación a las elecciones nacionales.

Frente a estos datos, no puede más que sorprender el hecho de que en Colombia, existan actualmente solo dos asentamientos de indígenas kuna, ambos en Urabá. El primero, Caimán Nuevo, está localizado a lo largo de la desembocadura del río Caimán, entre los municipios de Turbo y Necoclí. El segundo asentamiento, Arquía, se encuentra en la jurisdicción del municipio de Unguía, en pleno Urabá chocoano. Sus pobladoreslo reconocen como Makilakuntiwala.

En Urabá viven alrededor de 1700 kuna, que enfrentan cotidianamente la progresiva y paulatina disminución de recursos para su subsistencia, así como la constante amenaza de los grupos armados, factores que están poniendo en peligro su sobrevivencia. A pesar de la ya grave situación, a estos elementos se añaden otros y mayoresriesgos para su existencia como pueblo, es decir, como una cultura que, en palabras de sus representantes, “vive, lucha y no tiene ninguna gana de desaparecer”. Hoy en día, los desafíos más difíciles que los kuna tienen que afrontar están representados por la deforestación y la degradación de su medio ambiente, la llegada de empresas sin escrúpulos y los efectos de la actividad eco‐turística en la zona, la educación formal que no tiene en cuenta sus conocimientos propios y, por ende, la desaparición de los saberes depositados en los ancianos. De hecho, el paisaje ecológico y social en que se desarrolla la cotidianidad de los kuna está sufriendo daños irreversibles.


Breve etnohistoria de Urabá

Los pobladores ancestrales deUrabá, los cueva, fueron exterminados porlos Conquistadores
a lo largo delsiglo XVI. Los kuna y los embera, que originariamente se asentaban más alsur,
en la cuenca baja del río Atrato, aprovecharon de este vacío y vinieron ocupando estas
tierras. A diferencia de los cueva, los pueblos que les sucedieron en la ocupación de estos
territorios opusieron una fiera resistencia a los conquistadores y no permitieron nunca la
colonización efectiva del Urabá. En esta región se fundó la primera colonia española en el
Nuevo Mundo, la leyendaria Santa Maria la Antigua del Darién, que no sobrevivió más de medio siglo a los ataques de los “indios bravos”, los cuales, además, prefirieron mantener
relaciones constantes con los piratas y los contrabandistas del Caribe, ofreciéndoles
esconditesseguros y estipulando alianzas de carácter oportunista con ellos. Esta actitud fue
percibida, desde el punto de vista de los españoles, como un producto de la deslealtad y de
la barbarie de los nativos, pero, desde la perspectiva de estos últimos, pudo garantizarlessu
independencia con cierto éxito. La fama de sus pobladores contribuyó seguramente a
consolidar el aura de leyenda y demisterio que ha siempre circundado esta región, lo que en
los siglos siguientes, en razón de la humanísima atracción hacia lo “desconocido” y
“prohibido”, estimuló muchos viajeros a aventurarse en sus selvas aisladas y de difícil
acceso. Exactamente esta característica hizo que los bosques de Urabá se volvieran, con el
pasar de lossiglos, el puerto de acogida no solo de los ya citadosindígenasrebeldes, piratas
y contrabandistas,sino también de cimarrones y evadidos, bandoleros, criminales y actores
armados. No es gratuito que en los primeros años delsiglo XX, las guerrillasliberales hayan
buscado refugio en aquellas mismasregiones puesto que, hasta hoy en día, la presencia de
los grupos armados en la zona responde a la clara exigencia estratégica de poderse
esconder. Fue hacia estas áreas, consideradas como tierras baldías, que el Estado
colombiano organizó, a lo largo de todo el siglo XX, numerosos programas de colonización
dirigida ymasiva estimulados sobre todo porla construcción de la carretera Medellín‐Turbo.

Se trataba de “domesticarla selva” (y apropiarse de ella) con los únicosrecursos disponibles
para enfrentar una empresa tan arriesgada, esto es, los que la sociedad nacional burguesa
consideraba sus elementosmarginales: campesinos, obreros y refugiados de la violencia.
Dinámicas migratorias de los kuna deUrabá

Estos procesos de colonización y la presión para el alargamiento de la frontera agrícola hacia
la serranía del Darién han causado el desplazamiento masivo de enteras comunidades kuna.
El anciano don Jesús Andrade, que fue cacique de Makilakuntiwala durante más de 60 años,
recuerda con tristeza que: “hasta hace medio siglo, anmar tule [nosotros los kuna] vivíamos a lo largo y ancho
de esta región que llaman Urabá. Había comunidades en Onguitiwala, Etortiwala, Akanti,
Caburgana, Sapsur, Sapitane, Cutty, Tigletiwala, Peye, Sagalsapi y en toda la cuenca del
Kakirtiwala. [...] Los kuna que vivían por allá se fueron todos, unos para Caimán, otros para
San Blas, pero lamayoría vinieron aquí, en Arquía. Ahora aquellastierrastienen nombre más
españoles, así, como Unguía, Río Tolo, Acandí, Capurganá, Sapzurro, Tanela, Cuti, Cuque,
Tigle, Peye, Sautata, Cacarica, pero antes eran nuestrastierras”.

Kakirtiwala fue el primer territorio que fue abandonado, probablemente a lo largo del siglo
XVIII, en granmedida a causa de la llegada de los embera y el establecimiento de pueblos de
esclavos cimarrones en el área. La siguió Akanti, que fue invadida a partir de 1887. El Padre
carmelita descalzo Severino de Santa Teresa de Jesús, autor de una fundamental historia de
la Iglesia Católica en Urabá, documenta como aquel año llegó a la zona una cuadrilla de 120
afrodescendientes baruseños y cartageneros con el objetivo de explotar la tagua, un árbol
conocido localmente con el nombre de “marfil vegetal” que, en aquella época, resultaba
particularmente apreciada porla industria manufacturera. Los colonossolicitaron el permiso
de las autoridades indígenas kuna para explotar la preciosa madera durante un mes. Sin
embargo, aprovechando una epidemia de sarampión, se asentaron en la zona y siguieron,
esta vezsin permiso, recolectando madera en lastierras de los kuna. Cuando desapareció el
sarampión, al año siguiente, las autoridadestradicionales de Akanti exigieron la salida de los
tagueros, los cuales respondieron enviando una comisión a Cartagena para solicitar la
protección del entonces Presidente de la Republica, el Doctor Rafael Núñez. Este último,
consciente de la importancia de la tagua como instrumento de inserción en los mercados
internacionales, acogió el pedido de los recolectores foráneos y dispuso el envío inmediato
de un buque de guerra con 300 hombres al mando del general Alcibíades Rodriguez, con la
orden de atacar a los indígenas si no daban permiso para sacar la madera. Los pobladores ancestrales de Akanti, atemorizados, accedieron a las pretensiones del gobierno, dejando
sus tierras y refugiándose en Arquía. A lo largo del siglo XX, los kuna fueron obligados a
abandonar sus otros asentamientos en Urabá. Cuquetiwala y Tigletiwala se vaciaron entre
1925 y 1930 para escapar de otra epidemia de sarampión traída, también esta vez, por
colonos foráneos, causando otro proceso migratorio dirigido hacia Arquía. Similar es
también la historia del asentamiento de Onguitiwala que desapareció repentinamente en
1940 para dejar elsitio al nuevo corregimiento de Unguía. En losrecuerdos de los ancianos,
todo empezó en 1932, con la llegada a la zona de antioqueñosinteresados en comerciar con
los kuna oro y cacao destinados a la exportación, y de empresariosinteresados en el cultivo
de azúcar. Ambos gruposinstalaron en la zona monocultivos, parcelas y ganadería así como
las estructuras e infraestructuras necesarias para su actividad. El conocido “ingenio Sautata”,
considerado en su época como el proyecto azucarero másimportante del país, construyó un
ferrocarril de 5 kilómetros para el transporte de la mercancía hasta su propio puerto,
localizado a orillas delrío Atrato, donde llegaban semanalmente los barcos ‐muchos de ellos
extranjeros‐  interesados en este comercio. Estas empresas, obviamente, se realizaron
partiendo de la ocupación ilegitima de la tierra de lasfamilias kuna que vivían allí, las cuales
se vieron obligadas a escapar y a refugiarse en Arquía: la misma suerte que tocó, en seguida
a las comunidades de Sapitanel (en 1962) y Cutty (en 1983). En estas últimaslocalidades, el
proceso de colonización fue planeado por los sacerdotes claretianos, dirigidos por Padre
Alcides Fernández y fomentados por el gobierno tanto local como nacional.

Caburgana y Sapsur, a diferencia de los otros asentamientos tradicionales de los kuna, no
fueron ocupados: sus habitantes acogieron las ofertas de compradores extranjeros
interesados en adquirir aquellas hermosas bahías para convertirlas en centros de descanso.
Hoy en día, Capurganá y Sapzurro representan las “perlas” de Urabá, verdaderos sitios de
recreo en los cuales los viajeros pueden encontrar estructuras “ecoturísticas” modernas y
confortables. Elsupuesto “ecologismo” de estas prácticas,sin embargo, entra en colisión con su misma historia, basada en el destierro de quienes antes vivían en aquellas tierras
cuidando elmedio ambiente que los hospedaba.
Elterritorio tradicional de los kuna de Urabá ha sido ocupado, a lo largo de los años, a través
de la violencia, del desalojo forzado o aprovechando el miedo de sus pobladores, los cuales
prefirieron escaparse o vender sus tierras para no enfrentar la eventualidad de riesgos
peores. Arquía y Caimán Nuevo quedan entonces como los últimos bastiones de la presencia
kuna enUrabá.

La destrucción del paisaje tradicional kuna

Durante siglos, los kuna han conseguido mantener un real equilibrio con el entorno que los
circundaba. Los testimonios de los conquistadores del siglo XVI nos describen un Urabá
salvaje y virgen, de “selva por todos lados”, donde la primacía de la naturaleza consigue
asombrar las tropas españolas a pesar de su armamento y de sus capacidades militares.
Hasta la primera mitad del siglo XX, es decir, hasta que los kuna pudieron ejercer su
soberanía sobre el territorio de esta región, el Urabá comprendía millares de hectáreas de
bosque primario así como una enorme biodiversidad. Con la llegada de miles de colonos y la
introducción de actividades productivas interesadas en explotar los recursos naturales de
esta región, muchas especies animales y vegetales nativas desaparecieron.

Lamentablemente, el proceso de extinción biológica sigue afectando los hábitat que
hospeda esta región, debido esta vez a la actividad de empresassin escrúpulos. El viejo don
Jesús Andrade, mirando cómo la selva que antes circundaba su resguardo ha desaparecido,
murmura: “Estamos como en una isla... en el medio de un océano de pasto y ganado... pero
somos nosotroslos que están acorralados”.

Políticas publicas para el desarrollo y desarrollo de conflictos


Un contexto contradictorio, este: de un lado, la Constitución del 1991 que otorga derechos
colectivossobre losterritorios que losindígenas ocupaban tradicionalmente; y de otro lado,
las políticas de apertura económica que, desde más de una década, asignan un nuevo valor
estratégico alUrabá. Para estos efectos, la titulación colectiva se volvió un obstáculo frente a
los programas de desarrollo previstos por el esquema productivo nacional, debido a que, de
una cierta manera, ha “motivado” los titulares de los derechos sobre las tierras objeto de
conflicto a resistir a quienes intentaban sustraérselas, estimulando un aumento de la
violencia en su contra por parte de los criminales. De hecho, desde la emanación de la
Constitución Nacional, millares de indígenas en todo el país han tenido que sufrir el impacto
del desplazamiento. A este proceso de destierro ha seguido, generalmente, una ocupación
del territorio por parte de los actores armados, la venta ilegal de los títulos colectivos a
empresas privadas o prestanombres, la deforestación de las áreas de bosque y una
conversión del uso de la tierra orientado a la expansión de los cultivos de palma africana y
de coca.

Los kuna de Urabá todavía no han sido desplazados, no obstante sus pobladores han sido
obligados durante años a sufrirlas vejaciones del inmenso ejército privado del Bloque Élmer
Cárdenas, un tiempo amos y señores delUrabá. La actualidad judiciaria ha confirmado que la
jefatura paramilitar local disponía de inmensos cultivos e inversiones en proyectos agro‐
industriales alrededor de Arquía y Caimán Nuevo. Al fin y al cabo, mientraslos kuna luchan
para sobrevivir, la economía del conflicto sigue aprovechando de la “mejor esquina de
América” para susintereses delictivos.


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